Ed. Impronta, 2015 |
Bruno Mesa (Tenerife, 1975) irrumpió en el
panorama literario español en el año 2000, cuando obtuvo el Premio
Internacional de Poesía Fundación Loewe a la Joven Creación por su libro El laboratorio. Desde entonces ha ido construyendo una obra minuciosa y
heterogénea compuesta por los poemarios Nadie, El libro de Fabio Montes y
Testigos de cargo, los relatos de Ulat y otras ficciones, la novela El hombre encuadernado, el libro de ensayos y aforismos Argumentos en busca de autor, y diversas traducciones, de autores italianos principalmente (Giorgio
Vigolo, Camillo Sbarbaro, Edoardo Sanguineti o Paolo Febbraro). Su última
creación es el diario No guardes nada en tus bolsillos (Impronta, 2015), donde
recoge su estancia de nueve meses en Roma.
-En el prólogo expresa su deseo de que el único protagonista
del libro sea la ciudad de Roma. Efectivamente, el protagonismo principal
reposa sobre la ciudad eterna, pero no menos relevante es el peso del narrador,
quien, gracias a su mirada subjetiva, logra que las páginas en las que plasma
la crónica de todo cuanto ve no alcancen la categoría de insípida postal ¿Qué
opina al respecto?
Quizá
he incumplido mi propósito, que era estar en los otros, pensar lo observado y
no tanto al observador. Esa es la ciudad que buscaba, la que está en los
cerebros y moldea una cultura. Más allá de eso no creo en una mirada objetiva
en literatura: el escritor es un animal que siempre se interpone entre la
realidad y el lector. El deseo de invisibilidad es un método, una actitud ante
la escritura. Si pienso en Mrożek, en Pla o en James Agee solo puedo
agradecerles ese deseo.
Bruno Mesa |
-Aunque sea incurrir en el tópico, No guardes nada en tus
bolsillos es una nueva aproximación a la figura clásica del flâneur, un
homenaje a la exploración desinteresada inherente en la práctica del callejeo.
Sin embargo, a pesar de esta premeditada ausencia de trama, existe en su
recorrido por Roma un moderado suspense que hace que el libro, por momentos,
parezca una ficción, y que el lector ansíe saber cómo será el desenlace...
Quizá
se deba a que toda vida es una novela de suspense fallida: conocemos el
desenlace y solo nos interesan los pasadizos del pensamiento, los desvíos y los
hallazgos. También es posible que ese moderado suspense del que habla se deba a
mis obsesiones y debilidades, que son una estructura no menos visible y
aberrante que mis vagabundeos.
-El libro no es una excusa para que usted, como autor, se
recree en su propia erudición ante los rincones históricos de la ciudad.
Aunque sin llegar a descuidar ese aspecto, todo indica que su interés como
observador pasa por la captura de las imágenes periféricas y mundanas de Roma.
¿Se propuso desde el principio darle al texto ese enfoque, digamos,
sociológico, e incluso antropológico, tan distanciado de la mirada típica del
turista?
La
literatura de observación es una forma de intuición antropológica. Solo puedo
decirle que me interesa la gente que parece invisible, los lugares de paso, las
cafeterías donde se puede montar oficina, ciertas ruinas y algunas formas de la
corrosión. Piazza Venezia me interesa mucho menos que la Magliana, con su
refinada fealdad y sus esquineros. Digamos que el Foro Romano puede ayudarte a
revisar la Historia, pero ante un barrio vigilado por bloques de diez pisos es
necesario describir, y eso será siempre más complejo y necesario.
-Probablemente las partes más ácidas del libro son las que
dedica a desacreditar la gestión del diplomático Enrique Panés al frente de la
Academia Española en Roma. Resulta gozoso y revelador que subraye los déficits
que arrastra dicha institución, ya que, por lo general, dentro de la imagen
pública que se tiene de los organismos estatales repartidos por el extranjero
lo que más brilla es el desconocimiento. Respecto a esas incompetencias de la
Academia Española en Roma que usted denuncia, ¿piensa que se ha tratado de un
caso específico o que ha sido una consecuencia natural un mal mayor todavía
pendiente de subsanarse?
Aquella
era una incompetencia alegre, petrificada, entera. Sospecho que la
burocratización de la Academia de España en Roma o de la embajada en Italia no
es algo exclusivo, porque ese moho es universal y suele crecer hasta invadir
los cerebros, hasta que produce una especie de modorra neuronal. Es un hongo
endémico de los ámbitos administrativos, pero supongo que habrá de todo:
líquenes, parásitos...
-Por último, ¿qué le diría a los lectores para se aproximen
a las páginas de No guardes nada en tus bolsillos?
Les
diría que los únicos libros que me interesan son aquellos que me quitan la
razón, que buscan grietas en el muro de las certezas y persiguen relatos
incómodos, y que solo puedo escribir bajo esa perversión. En cualquier caso,
diga lo que diga, los lectores que cada uno tiene son una especie de fatalidad.
Quien ha leído unas pocas líneas mías ya sabe si le sirvo o si soy una
molestia.
Benito Romero
*Notas
Agradecemos al autor del artículo su colaboración con nuestro blog.
Benito Romero Rodríguez (1983) es licenciado en Filosofía. Obtuvo el Premio Félix Francisco Casanova de Poesía (2002) y el Premio de Poesía de Juventud y Cultura de Canarias (2006), y ha colaborado en diferentes diarios y revistas de Canarias. Puede consultar sus publicaciones en nuestra Biblioteca.
La imagen de la cubierta pertenece a la editorial Impronta.
La imagen del autor fue tomada de su blog Argumentos en busca de autor .
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